Un estudio llevado a cabo por la Royal Society for Public
Health en el Reino Unido evidencia que a más de dos tercios de los consumidores
británicos les gustaría poder ver la información relativa a las calorías en las etiquetas de las botellas de vino. Aunque los beneficios derivados del consumo moderado de
vino pueden ser mayores que el “coste” que supone para el consumidor el aporte calórico
derivado de su consumo, este estudio pone de manifiesto la importancia que
muchos consumidores otorgan a la salud en sus decisiones de consumo. Algunas
bodegas parece que quieren aprovechar esta oportunidad que les brinda el mercado.
Una tendencia actual en la sociedad es la creciente preocupación
por la salud. Aunque algunas veces entremezclado con la importancia de la
imagen, cada vez más consumidores consideran las repercusiones que el consumo
de determinados productos de alimentación puede tener sobre su salud y aspecto
físico.
Así, en la industria de la alimentación han proliferado en la última
década los llamados productos funcionales, que son aquellos que proporcionan al
consumidor alguna propiedad beneficiosa para la salud, independiente de sus
propiedades puramente nutritivas. Estos productos funcionales se desarrollan,
entre otros métodos, aumentando la concentración de un componente
que ya tiene el alimento (por ejemplo, leche enriquecida en calcio
o zumo de naranja enriquecido en vitamina C) o eliminando o reduciendo
algunos de sus componentes (por ejemplo, leche semidesnatada o margarina baja
en sal).
Algunos científicos han mostrado sus dudas sobre la bondad de este tipo de productos de alimentación, considerándolos simplemente el resultado de una estrategia de marketing. De hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha puesto de
manifiesto que, entre las declaraciones presentadas para poder publicitar las bondades saludables de los productos, sólo una de cada cinco solicitudes se basa en pruebas científicas sólidas. Parece que lo único realmente contrastado es que los productos funcionales se venden a
un precio primado con relación a productos similares no enriquecidos.
Vamos, que son más caros que los normales.
¿Llegará el vino a ser un producto funcional?
En los últimos tiempos hemos asistido a la proliferación de
artículos (tanto científicos o académicos como de literatura gris -prensa,
blogs, etc.-) que se han empeñado en destacar las propiedades saludables que
tiene el consumo moderado de vino. Esta proliferación de noticias responde a los esfuerzos del sector
vinícola para mejorar la percepción social de una bebida que, en mayor o menor
grado, contiene alcohol. Se busca transmitir una imagen de bebida saludable, evitando la potencial asociación entre el consumo de vino y los
efectos negativos del consumo de alcohol en nuestro organismo.
Sin duda alguna, la palabra clave en toda esta estrategia es
el resveratrol. El resveratrol es una fitoalexina (compuesto antimicrobiano producido por una
planta como defensa ante ataques fúngicos) que está presente en las uvas y
en productos derivados como el vino y el mosto, así como en
otros alimentos como las ostras, el cacahuete y las nueces.
Aunque la importancia de esta sustancia radica en la elevada actividad
mostrada a nivel fisiológico, relacionándose un consumo moderado de vino con el efecto preventivo sobre enfermedades cardiovasculares y cáncer, un reciente estudio asegura que la ingesta de esta sustancia no está asociada a beneficios para la salud.
Así, investigadores de la Universidad Johns Hopkins han concluido que
quienes consumen una dieta rica en resveratrol no son menos propensos a
desarrollar enfermedades cardiovasculares o cáncer que aquellos que toman
pequeñas cantidades de esta sustancia.
A pesar de esta controversia sobre los potenciales
beneficios (o no) del resveratrol, diez bodegas de La Rioja (Domecq, Santalba,
Patrocinio, Ontañón, Sonsierra, Regalía de Ollauri, Bilbaínas, Riojanas,
Cooperativa de Aldeanueva y Vivanco) iniciaron en 2005 un proyecto de investigación de la mano de las empresas Avanzare y Dolmar, y bajo la
coordinación de la Federación de Empresarios Riojanos (FER) para elaborar vinos
con mayores niveles de antioxidantes.
En concreto, el objetivo del proyecto era incrementar de forma natural el contenido de resveratrol tanto en el viñedo como en el proceso
de elaboración de los vinos ya en bodega.
Fuente: www.reportajeados.com |
Bajo esta iniciativa, enmarcada bajo el peculiar nombre de
Resveratrol Wine Club, se ha diseñado una cápsula con una imagen identificativa común que busca crear un
distintivo que facilite la comercialización de estos vinos, unidos directamente
al consumo saludable de elevados niveles de resveratrol, y que podría ayudar a
determinado segmento de mercado (preocupado y concienciado por el consumo de productos
saludables) en sus procesos de decisión de compra.
La verdad es que no sé si llegaremos a ver algún día en una
etiqueta de vino algún lema del tipo “vino enriquecido en resveratrol”. No sé
si estos vinos van a ser capaces de venderse en el mercado a un precio primado
con relación a vinos similares, aunque supongo que sí. Lo que está claro es que
esta iniciativa acerca al vino a la categoría de producto funcional, y no sé si eso es una buena o una mala noticia para el sector.
Ya sabes mi opinión sobre la excesiva proliferación de mensajes que asocian el vino a la salud. Siendo un producto cuyo consumo moderado puede resultar
saludable, si no queremos que el consumidor termine dudando entre comprar vinos
o yogures, el sector vinícola debería proporcionar una oferta de valor que
acerque, y no aleje cada vez más, a buena parte de la sociedad de un producto cuyo
consumo debe ser más placentero que saludable.
Ricardo
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