P. ¿Qué es Finca Loranque?
R. Finca Loranque es una aventura familiar que pretende
crear unos vinos personales, apegados a la viña, en una zona de tradición
vitivinícola como es Toledo, donde se dan unas condiciones perfectas para
conseguirlo. Aprovechar una bodega con más de doscientos años de tradición y
actualizar la forma de elaborar, con el objetivo de conseguir vinos
reconocibles, sabrosos y que satisfagan.
P. ¿Qué hace Finca Loranque que la diferencie de otras
bodegas similares? Dicho de otra forma, ¿cual es la imagen y el posicionamiento
que queréis transmitir en los vinos de la bodega?
La apuesta clara por el viñedo como clave fundamental de la
calidad de los vinos. De hecho, desde el inicio del proyecto en 1981, la viña
ha sido nuestra obsesión. Sólo trabajamos con viñedo propio, con densidades de
producción pequeñas, que nos obligan a estar constantemente vigilantes y a
realizar labores como una selectiva vendimia en verde y un tratamiento
ecológico de todos los procesos.
Para este cometido contamos con uno de los enólogos de mayor
prestigio de nuestro país, Pablo Eguzkiza, que además de amigo es una verdadera
enciclopedia de todo los que significa extraer del terreno los mejores
resultados. Es un verdadero privilegio para nosotros contar con su asesoramiento.
Esta apuesta por la viña nos ha convertido en una bodega de vinos personales y reconocibles,
de vinos honestos.
Pero, además, nos queremos alejar de la tradicional imagen
de bodegas elitistas e inaccesibles, e intentar acercar el vino a los nuevos
consumidores que demandan mayor conocimiento. Para ello hemos hecho una apuesta
profesional por el enoturismo cercano y de calidad, no sólo con la apertura de
nuestras instalaciones a las visitas y catas, sino desarrollando un amplio
abanico de actividades que aporten valor añadido a la cultura relacionada con
el vino. El objetivo es acercar el vino al consumidor, hacerlo agradable e
intentar inculcar una imagen del vino como algo divertido, cercano y accesible.
Lo que realmente es.
P. ¿Cuántas referencias o marcas comercializa la bodega? ¿En
qué franjas de precios se mueven los vinos?
R. En la actualidad, comercializamos dos gamas de vinos:
Lacruz de Finca Loranque, que lo componen tres vinos monovarietales
(tempranillo, syrah y cabernet sauvignon), todos con aporte de barrica; y Finca
Loranque, una gama más compleja en la que se incluye un ensamblaje de syrah y
tempranillo, y un vino muy especial (sobre todo por la forma de elaborarlo) que
es Loranque El Grande, una selección del mejor syrah de nuestro viñedo.
El rango de precios se sitúa entre los cinco y los veinte
euros, precios asequibles con los que atender las necesidades de todo tipo de
personas que quieran disfrutar de vinos bien hechos.
P. ¿Podrías definir el perfil del consumidor de los vinos de
la bodega?
Esta es una cuestión difícil, porque es muy heterogéneo. Por
el tipo de vino que elaboramos intentamos cubrir un gran espectro, pero es
cierto que el carácter complejo que aporta el paso por madera de toda nuestra
producción, ha colocado nuestras referencias más cerca de la restauración que
de otro escaparate. Pero esto es sólo un aspecto comercial más que tipológico.
Nos gusta pensar que nuestros vinos son asequibles tanto en
precio como en sabores y aromas, perfectos para descorchar sin complicaciones y
sin tener que elegir el momento. Hacemos el vino que creemos que le va gustar
al aficionado a los vinos con ‘algo más’.
R. Cuando un país es el primer, segundo o tercer productor
de vinos del mundo, su mercado necesariamente tiene que ser el mundo. De hecho
esto ha sido un axioma fundamental de la filosofía empresarial de Finca
Loranque desde su inicio. Así, en la actualidad, la exportación representa ya
un 85% de la facturación total de la bodega, y nuestros vinos están presentes
en una docena de países. Además, la mayor parte de los recursos de marketing y
comerciales están destinados a la internacionalización.
Por nuestra experiencia, las bodegas no sólo deben enfocar
su actividad comercial hacia el exterior, sino conocer las formas de elaborar
fuera, los condicionantes de gustos por países, la confección de etiquetas y packing
pensadas para culturas muy diferente, la búsqueda constante de nuevos destinos…
En mi modesta opinión, no es que la supervivencia de las bodegas esté en
exportar, sino que es el pilar más importante a la hora de establecer un plan
de negocio. Siempre hay honrosas excepciones, pero son eso, excepciones.
P. ¿Hasta qué punto piensas que son importantes las guías de
vino y los prescriptores internacionales para vender vino?
R. Seguramente, si contestara esta pregunta en profundidad
no volverías a entrevistarme, porque es peliaguda y abre debates de lo más
radicales, además de la extensión que necesitaría. Desde mi experiencia, en una
primera fase de negocio, las guías te ayudan a poner tu marca en el escaparate
de un minoritario grupo de ‘entendidos’. Para las bodegas, de estas personas
que consumen guías y leen a prescriptores, las realmente interesantes son
aquellas que tiene relación con la comercialización de vinos, es decir,
distribuidores e importadores, aquellas que tienen capacidad de ‘mover’ el
vino.
Sin embargo, esto es en una fase inicial del negocio, porque
salvo que el ‘rey’ de los prescriptores te conceda sus todopoderosos 100 puntos
y te eleve tus ventas ‘hasta el infinito’, no tienen mucha repercusión
comercial. Posiblemente sea precisamente el sector de las bodegas el que
retroalimente las guías, pero el conocimiento del consumidor de vino es cada
vez mayor, y se une al que no quiere ni pretende saber más que lo que le dice
su paladar y sus gustos.
P. ¿Qué actividades desarrolla la bodega en redes sociales?
¿En cuales está presente?
R. Todas las posibles y alguna más. Para bodegas pequeñas,
las redes sociales se han convertido en el mejor escaparate de su actividad,
pero con el valor añadido de la doble comunicación. Facebook, Twitter,
Instagram, Pinterest... todas aportan a la marca notoriedad, eso sí, comunicando
con profesionalidad. Hay que conocer cada red para saber sus condicionantes
diferenciales; hay que interactuar y buscar la interacción; hay que comunicar
de forma divertida y amena; hay que estimular las ganas de conocer más sobre la
bodega…
Pero no sólo eso: las
bodegas tenemos en las redes sociales una magnífica herramienta para
comunicarnos con los jóvenes, los futuros consumidores, y cambiar esa imagen
rancia y elitista que arrastra el vino, e insistir en su carácter social,
cultura y, sobre todo, divertido. Es un medio para contar experiencias en torno
al vino y contagiar el amor por el vino que muchos tenemos.
R. Muchas más, pero mucho más tradicionales y concretas.
Siguen siendo importantes las catas de vinos tanto con distribuidores e
importadores, como con clientes finales; acciones de comunicación directa en
países de destino, sobre todo de las manos de importadores, presencia en ferias
nacionales e internacionales par contactar con potenciales clientes…
Y aquí aprovecho para hablar del ‘enoturismo’ como una de
las acciones de comunicación más duraderas en el tiempo. Al final, abrir las
puertas de la bodega al turismo supone una multiplicación directa de lo que
todos hemos dicho alguna vez que es la mejor publicidad, el ‘boca a boca’.
Desde nuestra experiencia, hemos constatado que la labor enoturística provoca
una imagen de marca cercana y fidelizada. Siento repetirme, pero esta labor hay
que hacerla con profesionalidad, con calidad en las personas al que se
encomiende este cometido y con unas instalaciones pensadas para recibir
turistas. Si no, puede restar en vez de sumar.
P. ¿Cuáles piensas que son las claves que podrían explicar
el cada vez menor consumo de vino por parte de los españoles?
R. Es sonrojante y muy difícil de explicar, sobre todo a
extranjeros, porque los motivos son muchos. Los datos hablan por sí solos:
el consumo de vino por persona al año ha caído
un 15% en 12 años, con unos ridículos 20 litros por persona al
año. Pero todavía es más sangrante si tenemos en cuenta que, siendo los
segundos productores el mundo, nos situamos en el puesto 19 del consumo,
mientras que nuestros vecinos, Francia, Portugal e Italia, están entre los
cinco primeros, duplicando nuestro consumo.
Por poner una nota de humor, hace un tiempo un distribuidor
mexicano nos echaba la culpa a los bodegueros. Su argumento era que desde las
bodegas hemos inculcado la cultura de la ‘cámara lenta’: descorche tradicional observando
el corcho, mirando el vino, oliendo el vino, degustando el vino… Un tiempo
eterno para el que tiene sed. Y por eso decide pasarse a la cerveza, que es
menos complicada. Con su acento, este distribuidor concluía que en el tiempo
que tardamos en España en consumir la primera copa de vino, el de la cerveza ya
ha bebido un litro.
Bueno, es una personal forma de verlo, pero por ahí van los
tiros. De todas formas, permíteme recomendar un reciente artículo de Juan Gómez
Pallarès, ¿Por qué
no beben vino los jóvenes?, que suscribo en la mayor parte y da bastantes
claves.
P. ¿Qué piensas que debería o podría hacerse para recuperar
el consumo interno?
R. Desde la Administración de todo tipo dejar, sobre todo, no
obstaculizar ni crear problemas donde no los hay. Yo moriría por que el vino
fuera reconocido como ‘bebida nacional’, con su propia normativa, que incluyera
la promoción de la imagen, y el logotipo del vino español estuviera
presente en todo tipo de eventos oficiales en el país y en el exterior… Suena
bien, ¿no? Pues en Argentina es un hecho, pero en el segundo productor del
mundo todavía no tenemos claro lo que significa ‘cultura del vino’.
Y desde las bodegas borrar esa imagen elitista y snob que
nunca debió tener el vino, hacerlo divertido y fácil, asequible y agradable.
Centrarse en comunicar más hacia los jóvenes consumidores, con su lenguaje, con
sus claves, con sus necesidades y objetivos, ya que son los que revitalizarán
el consumo. De ello depende no sólo la supervivencia de muchas bodegas, sino
que siendo nuestro país uno de los grandes referentes del vino, no perdamos un
tren que en otros países ya están cogiendo. Porque el vino está de moda fuera
de España.
Sin duda alguna, bodegas como Finca Loranque son las que dan
sentido al sector vinícola español. Quizás ni el consumo interno ni la situación económica actual acompañen, pero hay que reconocer que la labor que
desarrollan pequeñas y medianas bodegas familiares supone un claro ejemplo de que el sector vinícola español está más vivo que nunca. Detrás de estas bodegas existen multitud de profesionales que aman al vino y su cultura y que tienen muchas ganas de hacer las cosas bien. Mucha suerte para todos ellos.
Un saludo,
Ricardo
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